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miércoles, 16 de noviembre de 2016

La virtud y la felicidad
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 Para Sócrates, como para la mayoría de los filósofos griegos, la felicidad es el objetivo principal de la existencia. Lo que ocurre es que Sócrates no considera legítimo llegar a ella por cualquier camino. Hacemos bien en tratar de ser felices, pero no si tratamos de serlo a cualquier precio o a costa de lo que sea. La felicidad que se alcanza mediante el engaño o la producción de sufrimiento ajeno es indigna. Sólo la felicidad que se alcanza por el camino recto o por la vía de la virtud es digna de ser disfrutada. Y sólo la sabiduría y el conocimiento nos permiten descubrir cuáles son las vías legítimas a la felicidad y cuáles no.

     Lo que Sócrates se esfuerza en mostrar es que existe una estrecha relación entre el saber, la virtud y la felicidad. El conocimiento del bien conduce a la práctica de la virtud, y el ejercicio de ésta nos hace felices. Pero, de estas tres realidades, la sabiduría constituye la más valiosa, ya que propicia la adquisición de las otras dos. Y esta última consideración es la que justifica que se denomine "intelectualismo" a la concepción socrática de la moral.

      
 ¿Puede ser enseñada la virtud?
     El intelectualismo socrático tiene una importante consecuencia lógica oportunamente destacada por Platón (427-347 a.C.), el principal discípulo de Sócrates y, quizá, el filósofo más importante de la historia. La consecuencia en cuestión es que la virtud puede ser enseñada. No es algo que se herede, ni que corresponda por derecho a una casta o a una clase social. Tampoco es algo que se tenga por naturaleza o nos venga dado de nacimiento. Y tampoco es un don divino o un regalo de la fortuna. Para Sócrates, la virtud es algo adquirido. En esto, Sócrates estará de acuerdo con Aristóteles e incluso con los sofistas (de los que nos ocuparemos a continuación). Lo singular del planteamiento socrático es que, para Sócrates, el camino real y, por añadidura, el único camino seguro para la adquisición de la virtud es el conocimiento. Según Sócrates, la virtud puede ser conocida y el que la conoce, actúa de acuerdo con ella misma; actúa rectamente (ya lo hemos visto).


      Ahora bien, por lo mismo que puede ser conocida, la virtud puede ser enseñada; enseñada como se enseña matemáticas, física o biología. Y se puede, por tanto, aprender a ser bueno. Aunque para ello es preciso estar dispuesto a realizar el esfuerzo de conocer lo que es el bien.

     Si recordamos, ahora, la convicción socrática de que la maldad tiene su origen en la ignorancia, tenemos entonces que los malvados pueden ser conducidos a la bondad en la medida exacta en que puedan ser rescatados de su ignorancia de la virtud; esto es, en la medida en que puedan ser debidamente instruidos o formados. Por eso, tanto Sócrates como Platón considerarán tan importante la formación (paideia) en la vida de la pólis. La formación no sólo hace a los hombres más sabios: los hace mejores; mejores ciudadanos.
Aristoteles

 La cuestión moral: virtud y felicidad.
Aristóteles basa su ética en que el fin de todos los seres humanos es la felicidad. Pero siempre en base a una concepción teleológica., analizando la especie humana mediante una visión analítica, y desde una postura mecanicista.
Para concretar en que consiste la felicidad distinguió dos actitudes:
  • Dejar que cada uno determine por sí y a su arbitrario que puede hacerle feliz, dicha actitud renunciaría a la teoría moral (al desentenderse de la cuestión).
  • Se adopta una actitud teórica, y la pregunta solo puede ser respondida analizando la naturaleza humana. Así pues la felicidad consiste en el ejercicio de la actividad propia de cada ser, en esta teoría vemos una clara continuación de la concepción teleológica de la naturaleza.
  • Dicho esto destacamos que para el hombre la actividad más propia y natural es la actividad racional y por tanto, la forma más perfecta de felicidad para el hombre ha de ser la actividad contemplativa, fácticamente irrealizable para la inmensa mayoría de los hombres, así pues el ser humano ha de contentarse con una felicidad limitada (felicidad absoluta solo propia de Dios). Pero para alcanzar esta forma humana de felicidad se exige la posesión de ciertos bienes corporales (salud, etc.) y (medios económicos); y además muy especialmente la posesión de las virtudes morales.
  • Las virtudes.
  • Las virtudes intelectuales (dianoética). Son excelencias, hacen que nuestro conocimiento sea excelente. Entre este tipo de virtudes Aristóteles una de enorme importancia para la vida práctica: la prudencia (platón como la virtud propia de la razón, la parte superior del alma) la cual determina atinadamente qué es lo correcto y adecuado en el ámbito práctico de la conducta, para acostumbrarnos a razonar se procede a un estudio matemático.
  • Las virtudes morales. Perfeccionan el carácter, el modo de ser y de comportarse. Hacen que nuestro carácter sea excelente. Estas virtudes o excelencias morales son disposiciones estables (hábito de elegir), que nos facilitan en cada caso lo más correcto y conveniente ( vemos aquí una clara postura en la que Aristóteles se acerca al relativismo), y esto consiste siempre en un término medio entre acciones o actitudes extremas, que debe ser racionalmente establecido (cabe resaltar la conexión con la virtud dianoética, al no aceptarse la imposición universal de contextos morales). La prudencia, la sabiduría práctica son las que determinan donde se halla el término medio.
  • Las distintas virtudes constituyen un término medio razonable entre dos posiciones extremas, así pues la moderación constituye el término medio entre el desenfreno y un rigor excesivamente represivo o insensible al placer.
    Aristóteles se desmarca de Platón y Sócrates

    Eticas autonomas y heteronomas

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    Las éticas heterónomas son aquellas en las que la obigación moral es algo impuesto al hombre y externo a su voluntad. Por ejemplo, la obligación moral viene impuesta por la naturaleza, por nuestra esencia o por dios. La accón moralmente buena será la adecuación a esos fines prefijados de antemano y de los que no somos responsables (en el pleno sentido de la palabra).
    La ética eudemonista aristótélica y la ética de Tomás de Aquino son heterónomas, porque el fin último del hombre, el bien que éste puede alcanzar (la felicidad, Dios) nos viene impuesto por nuestra propia naturaleza. Ser feliz, comportarse éticamente implica conocer esa finalidad impuesta y llevarla a cabo.

    En las éticas autónomas, la obligación (ley) moral ha de provenir del mismo hombre, y no de algo exterior a él. Es el propio hombre (mediante su razón) el que se determina a sí mismo para obrar moralmente. 
    MINORIA Y MAYORIA DE EDAD 

    Immanuel Kant sostiene que la razón  es propia del hombre, pero lamentablemente el hombre no siempre recurre a ella para tomar una decisión. Ya que más de una vez esquivamos  usarla, y caemos en el facilismo de pensar como otros nos dicen que tenemos que hacerlo. Kant cierra su concepto al definir que estas personas se hallan en un estado de minoría de edad.
    Estas  palabras no tienen fecha de vencimiento, porque ya han pasado varios siglos y el concepto kantiano de minoría de edad tiene vigencia para definir a una gran parte de la sociedad, que prefiere adquirir pensamientos enlatados. Estas palabras no nacen del Olimpo, pero sería necio negar lo común que es escuchar voces que hablan sin entender. Y esto no es monopolio de una clase. No se trata de ser más culto o no. Cuantos leen para solo luego repetir. Asesinando el alma de la lectura, que es entender e interpretar. Es vital para crecer como sociedad, que de forma individual tratemos de salir de la monotonía, y nos tomemos un tiempo para pensar. Y de esa manera fundamentar lo que pensamos. Sino seguiremos siendo parte de un mundo efímero, donde solo importa lo que uno aparenta, donde nos dedicamos a consumir lo que nos venden y terminamos limitándonos a seguir la zanahoria que nos ofrecen, pero a diferencia del burro nosotros no sabemos porque lo hacemos.
    ETICA MUNDIAL
    Desde que empezaron a existir comunidades humanas se han venido elaborando concepciones de una sana convivencia y de una buena vida para el ser humano individual. En todas las culturas se han elaborado modelos éticos para el comportamiento, una ética elemental. Las religiones y las filosofías, sobre todo, han concretado y sistematizado estas normas. Pero en el mundo pluralista de hoy, ninguna religión, filosofía o ideología particular puede imponer por sí misma una ética semejante a toda la sociedad. Y, sin embargo, es posible e importante redescubrir y recordar los elementos comunes existentes en la ética de las diferentes religiones y filosofías:
    • al individuo, para su orientación personal,
    • a la sociedad, como presupuesto para su cohesión,
    • a las naciones y a las comunidades religiosas, como base para el entendimiento mutuo, la colaboración y la paz.
    Sobre la base de este modelo ético o de estas normas, llamadas sintéticamente «ética universal», pueden convivir y colaborar en busca de un mundo más pacífico y más justo hombres de todas las culturas y naciones.

    ¿Qué es una ética universal?


    Ya en el año 1990 presenté a la opinión pública, en mi libro Proyecto de una ética mundial, mis reflexiones sobre una ética universal. Allí se desarrolla programáticamente la idea de que las religiones del mundo sólo pueden prestar una contribución a la paz de la humanidad recordando lo que ahora ya tienen en común con la ética: un consenso básico con respecto a los valores vinculantes, las normas inmutables y las actitudes personales fundamentales existentes. El paso decisivo lo dio luego el «Parlamento de las Religiones del Mundo», un congreso interreligioso celebrado en Chicago en 1993, con más de 6,000 participantes, en el que más de doscientos delegados de todas las religiones y de todos los continentes firmaron una Declaración sobre la Ética Universal elaborada por mí a lo largo de un proceso de consultas interreligiosas. Desde entonces, esa Declaración es el documento fundamental para el desarrollo de la idea de una ética mundial.
    El proyecto Ética Mundial está basado en cuatro convicciones fundamentales

    FENOMENO RELIGIOSO

    En primer lugar, debemos aclarar que el término de "filosofía de la religión" lo utilizaremos para referirnos al pensamiento filosófico sobre la religión, diferente a la filosofía religiosa inspirada  y guiada por una religión en particular.

    El objeto y la finalidad de la filosofía de la religión es la comprensión del fenómeno religioso como una de las manifestaciones universales  y esenciales de la cultura humana. Actualmente, se discuten diferentes enfoques, y por lo tanto, es necesario escudriñar a través de un examen crítico, cuáles son los elementos comunes a cualquier religión, y establecer así los principios fundamentales de lo que se denomina filosofía de la religión.

    Lo primero que se debe dilucidar es la esencia del fenómeno religioso.  Max Schelerafirma que la religión es algo que está arraigado profundamente en el hombre. Apunta como características de la religión:

    1. Es propio de la conciencia humana.

    2. Corresponde al hombre, consciente de su finitud.

    3. Los objetos son distintos a los que podemos conocer a través de la experiencia.

    4. El acto religioso es espontáneo, brota naturalmente del hombre, lo cual lo convierte en un ser esencialmente religioso. Todo hombre cree en un bien que es el objeto de su fe, se identifica con él, vive con él y se valora a sí mismo en tanto que es y vale el objeto de su fe.

    5. La intención del fenómeno religioso es transcendente al mundo material; por lo tanto, sólo se realiza con lo divino.

    6. Tiene su propia y  exclusiva especificidad.; obedece a leyes autónomas no inteligibles ni psíquica ni empíricamente.

    viernes, 9 de septiembre de 2016

    El Hombre Mediocre 


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    José Ingenieros

    (Buenos Aires, 1877 - 1925) Filósofo argentino. Estudió medicina en la Universidad de Buenos Aires, y fue profesor de psicología experimental en esa universidad. Está considerado como uno de los máximos representantes del positivismo en latinoamérica.
    Escribió su tesis doctoral, La simulación en la lucha por la vida (1903), en clara consonancia con la corriente darwinista que prevalecía en Argentina por aquella época. A ese respecto, y como miembro del Partido Socialista, defendió también la idea de que la lucha de clases era una de las múltiples manifestaciones de la lucha por la vida.
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    Su interés por los problemas psiquiátricos, criminológicos y psicofisiológicos, unido a la influencia de positivistas europeos como Spencer o Comte, le hizo tomar como punto de partida de su labor filosófica un positivismo de corte cientificista. Sin embargo, el pensamiento filosófico de Ingenieros se desarrolló con el tiempo más allá de este punto de partida. Nunca abandonó el naturalismo, y siempre se opuso a cualquier filosofía de tipo sobrenaturalista o trascendental; sin embargo, fue capaz de hacer compatible esta posición con la necesidad y posibilidad de la metafísica.
    En sus Proposiciones relativas al porvenir de la filosofía (1918), afirma la existencia de un "residuo inexperiencial fuera de la experiencia", que no es algo sobrenatural, trascendental o absoluto, aunque tampoco algo ininteligible o incognoscible. Este residuo, que no es infranqueable para el conocimiento humano, es precisamente el objeto de la metafísica, como disciplina esencialmente distinta de la metafísica tradicional; se trata de una metafísica nueva, que se ayuda de la lógica en sus razonamientos, y que se caracteriza por su universalidad, antidogmatismo y objetividad.
    Entre sus obras, de gran influencia todas ellas en el pensamiento latinoamericano, destacan además de las mencionadas las siguientes: Simulación de la locura en la lucha por la vida (1903), Sociología argentina (1908), Principios de psicología genética (1911) y El hombre mediocre (1913). Su obra La evolución de las ideas argentinas (2 vols., 1918 - 1920) marca rumbos en el entendimiento del desarrollo histórico como nación.
    Hombre Mediocre :

    Los ideales pueden no ser verdaderos; son creencias. Su fuerza estriba en sus elementos efectivos: influyen sobre nuestra conducta en la medida en que lo creemos. Por eso, la representación abstracta de las variaciones futuras adquiere un valor moral: las más provechosas a la especie son concebidas como perfeccionamientos. El futuro se identifica con lo perfecto. 

    Mientras que la instrucción se limitará a extender las nociones que la experiencia actual considera más exactas, la educación consiste en sugerir los ideales que se presumen propicios a la perfección. 

    Estos hombres, predispuestos a emanciparse de su rebaño, buscando alguna perfección más allá de lo actual, son los “idealistas”. La unidad del género no depende del contenido intrínseco de sus ideales sino su temperamento: se es idealista persiguiendo las quimeras más contradictorias, siempre que ellas impliquen un sincero afán de perfeccionamiento. Cualquiera. Los espíritus afiebrados por algún ideal son adversarios de la mediocridad: soñadores contra los utilitarios, entusiastas contra los apáticos, generosos contra los calculistas, indisciplinado contra los dogmáticos. Son alguien o algo contra los que no son nadie ni nada. Todo idealista es un hombre cualitativo: posee un sentido de las diferencias que le permite distinguir entre lo malo que observa, y lo mejor que imagina. Los hombres sin ideales son cuantitativos; pueden apreciar el más y el menos pero nunca distinguen lo mejor de lo peor. 

    La humanidad no llega hasta donde quieren los idealistas en cada perfección particular; pero siempre llega más allá de donde habría ido sin su esfuerzo. Lo poco que pueden todos depende de lo mucho que algunos anhelan. 

    Cuando los pueblos se domestican y callan, los grandes forjadores de ideales levantan su voz. Una ciencia, un arte, un país, una raza, estremecido por su eco, pueden salir de su cauce habitual. El genio es un guión que pone el destino entre los párrafos de la historia. Si aparece en los orígenes, crea o funda; si en los resurgimientos, transmuta o desorbita. En ese instante remonta su vuelo todos los espíritus superiores, templándose en pensamientos altos y para obras perennes. 

    Para concebir una perfección se requiere cierto nivel ético y es indispensable alguna educación intelectual. Sin ellos pueden tenerse fanatismos y supersticiones; ideales, jamás. 

    ¿Por qué suprimir desniveles entre los hombres y las sombras, como si rebajando un poco a los excelentes y puliendo un poco a los bastos se atenuaran las desigualdades creadas por la naturaleza? 

    El predominio de la variación determina la originalidad. Variar es ser alguien, diferenciarse es tener un carácter propio, un penacho, grande o pequeño: emblema, al fin, de que no se vive como simple reflejo de los demás. La función capital del hombre mediocre es la paciencia imitativa; la del hombre superior es la imaginación creadora. El mediocre aspira a confundirse en los que le rodean; el original tiende a diferenciarse de ellos. Mientras el uno se concreta a pensar con la cabeza de la sociedad, el otro aspira a pensar con la propia. En ello estriba la desconfianza que suele rodear a los caracteres originales: nada parece tan peligroso como un hombre que aspira a pensar con su cabeza. 


    Constreñidos [los mediocres] a vegetar en horizontes estrechos, llegan hasta desdeñar todo lo ideal y todo lo agradable, en nombre de lo inmediatamente provechoso. Su miopía mental impídeles comprender el equilibrio supremo entre la elegancia y la fuerza, la belleza y la sabiduría. "Donde creen descubrir las gracias del cuerpo, la agilidad, la destreza, la flexibilidad, rehúsan los dones del alma: la profundidad, la reflexión, la sabiduría. Borran de la historia que el más sabio y el más virtuoso de los hombres -Sócrates- bailaba" 

    Para los tontos nada más fácil que ser modestos: lo son por necesidad irrevocable; los más inflados lo fingen por cálculo, considerando que esa actitud es el complemento necesario de la solemnidad y deja sospechar la existencia de méritos pudibundos. 

    …se desesperan pensando que la calcomanía no figura entre las bellas artes. 

    Los grandes cerebros ascienden por la senda exclusiva del mérito; o por ninguna. Saben que en las mediocracias se suelen seguir otros caminos; por eso no se sienten nunca vencidos, ni sufren de un contraste más de lo que gozan de un éxito; ambos son obra de los demás. La gloria depende de ellos mimos. 

    La Bruyére escribió una máxima imperecedera: "En la amistad desinteresada hay placeres que no pueden alcanzar los que nacieron mediocres"; éstos necesitan cómplices, buscándolos entre los que conocen esos secretos resortes descritos como una simple solidaridad en el mal. 

    Siendo desleal, el hipócrita es también ingrato. Invierte las fórmulas del reconocimiento: aspira a la divulgación de los favores que hace, sin ser por ello sensible a los que recibe. Multiplica por mil lo que da y divide por un millón lo que acepta. … Sus sentimientos son otros: el hipócrita sabe que puede seguir siendo honesto aunque practique el mal con disimulo y con desenfado la ingratitud. 

    La mediocridad está en no dar escándalo ni servir de ejemplo. 

    Enseñan que es necesario ser como los demás; ignoran que sólo es virtuoso el que anhela ser mejor. Cuando nos dicen al oído que renunciemos al ensueño e imitemos al rebaño, no tienen valor de aconsejarnos derechamente la apostasía del propio ideal para sentarnos a rumiar la merienda común. 

    Cada uno de los sentimientos útiles para la vida humana engendra una virtud, una norma de talento moral. Hay filósofos que meditan durante largas noches insomnes, sabios que sacrifican su vida en los laboratorios, patriotas que mueren por la libertad de sus conciudadanos, altivos que renuncian todo favor que tenga por precio su dignidad, madres que sufren la miseria custodiando el honor de sus hijos. El hombre mediocre ignora esas virtudes; se limita a cumplir las leyes por temor a las penas que amenazan a quien las viola, guardando la honra por no arrastrar las consecuencias de perderla. 

    Si el ejemplo supremo para los que combaten lo dan los héroes y para los que creen los apóstoles, para los que piensan lo dan los filósofos. 

    Sin algún ingenio, es imposible ascender por los senderos de la virtud; sin alguna virtud son inaccesibles los del ingenio. 

    La duda debiera ser más común, escaseando los criterios de certidumbre lógica; la primera actitud, sin embargo, es una adhesión a lo que se presenta a nuestra experiencia. La manera primitiva de pensar las cosas consiste en creerlas tales como las sentimos; los niños, los salvajes, los ignorantes y los espíritus débiles son accesibles a todos los errores, juguetes frívolos de las personas, las cosas y las circunstancias. Cualquiera desvía los bajeles sin gobierno. Esas creencias son como los clavos que se meten de un solo golpe; las convicciones firmes entran como los tornillos, poco a poco, a fuerza de observación y de estudio. … Vivir arrastrado por las ajenas equivale a no vivir. Los mediocres son obra de los demás y están en todas partes: manera de no ser nadie y no estar en ninguna. 


    Pensar es vivir. Todo ideal humano implica una asociación sistemática de la moral y de la voluntad, haciendo converger a su objeto los más vehementes anhelos de perfección 

    El hombre es. La sombra parece. El hombre pone su honor en el mérito propio y es juez supremo de sí mismo; asciende a la dignidad. La sombra pone el suyo en la estimación ajena y renuncia a juzgarse; desciende a la vanidad. Hay una moral del honor y otra de su caricatura: ser o parecer. 

    El que aspira a parecer renuncia a ser. 

    El que aspira a ser águila debe mirar lejos y volar alto; el que se resigna a arrastrarse como un gusano renuncia al derecho de protestar si lo aplastan

    El que envidia se rebaja sin saberlo, se confiesa subalterno; 

    Toda la psicología de la envidia está sintetizada en una fábula, digna de incluirse en los libros de lectura infantil. Un ventrudo sapo graznaba en su pantano cuando vio resplandecer en lo más alto de las toscas a una luciérnaga. Pensó que ningún ser tenía derecho de lucir cualidades que él mismo no poseería jamás. Mortificado por su propia impotencia, saltó hasta ella y la cubrió con su vientre helado. La inocente luciérnaga osó preguntarle: ¿Por qué me tapas? Y el sapo, congestionado por la envidia, sólo acertó a interrogar a su vez: ¿Por qué brillas? 

    Todo rumor de alas parece estremecerlo [al mediocre], como si fuera una burla a sus vuelos gallináceos. Maldice la luz, sabiendo que en sus propias tinieblas no amanecerá un solo día de gloria. ¡Si pudiera organizar una cacería de águilas o decretar un apagamiento de astros! 

    Sólo que la admiración nace en el fuerte y la envidia en el subalterno. Envidiar es una forma aberrante de rendir homenaje a la superioridad. El gemido que la insuficiencia arranca a la vanidad es una forma especial de alabanza. 

    La que ha nacido bella y la Belleza para ser completa requiere, entre otros dones, la gracia, la pasión y la inteligencia- tiene asegurado el culto de la envidia. 

    La incapacidad de crear le empuja a destruir. Su falta de inspiración le induce a rumiar el talento ajeno, empañándolo con especiosidades que denuncian su irreparable ultimidad.

    VIDEO:

    jueves, 9 de junio de 2016

    Empirismo
    El empirismo es una teoría filosófica que enfatiza el papel de la experiencia, ligada a la percepción sensorial, en la formación del conocimiento. Para el empirismo más extremo, la experiencia es la base de todo conocimiento, no sólo en cuanto a su origen sino también en cuanto a su contenido. Se parte del mundo sensible para formar los conceptos y éstos encuentran en lo sensible su justificación y su limitación.
    pasos:
    • Guillermo de ockhan (1280-1349)
    • la total autonomía a la fe con respecto a la razón
    • plantea la primacía del individuo, lo que lleva a  la primacía de la experiencia donde se produce el conocimiento
    conocimiento complejo e incomplejo
    guillermo ockhan :Ockham hizo la teoría del conocimiento o nominalismo.


    El conocimiento lo obtiene de la razón a través de la experiencia. El conocimiento tiene dos clases: complejo e incomplejo. Que se divide en:
    *Intuitivo: tiene certeza en lo que decimos que puede estar respaldada por la verdad. Se percibe con los sentidos si es real o no.
    *Abstracto: Relaciona y piensa ideas. Es mediante lo que tú piensas, y no en lo real.
    *Experimental: Mediante la experiencia.
     la exploración más compleja siempre es la verdad.
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    método cartesiano
    El método ha de ser, pues, un “conjunto de reglas”, fáciles de usar y que permitan
    aplicar bien nuestro “buen sentido” o “razón”, haciendo que se acreciente/progrese nuestro conocimiento con el descubrimiento de nuevas verdades.

    Nuestra razón (=buen sentido) es capaz por sí misma de distinguir lo verdadero de lo
    falso, sin embargo hay factores exteriores a ella (como una educación equivocada o las pasiones que asaltan el alma o la impaciencia por conseguir un resultado, etc.) que perturban su juicio y la llevan a cometer errores (= a tomar por verdadero lo que es falso). De ahí que sea necesaria la existencia de algunas reglas de acuerdo con las cuales guiar/aplicar las dos operaciones básicas de nuestra razón o entendimiento: la intuición y la deducción.

    - Por intuición Descartes entiende una actividad puramente racional en virtud de la cual conocemos de modo inmediato (=sin necesidad de razonamiento alguno) la verdad de una proposición; verdad que se nos presenta con tal evidencia que no deja lugar a duda alguna.

    - Por deducción, toda inferencia o razonamiento demostrativo en virtud del cual llegamos a concluir alguna verdad a partir de otras verdades ya conocidas.
    El método cartesiano está inspirado en el que utilizan las matemáticas, que toman
    como punto de partida axiomas evidentes para ir deduciendo teoremas.


    la ética y moral
    moral:es un conjunto de normas, creencias, valores y costumbres que sirve como modelo de conducta del ser humano en la sociedad. Otra perspectiva la define como el conocimiento de lo que el ser humano debe hacer o evitar para conservar la estabilidad social.
    ética: tipos de comportamientos debemos de tener para actuar de manera virtuosa para alcanzar la felicidad.
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    universalistas:

    Por otra parte, la universalidad de algún sistema moral es uno de los objetivos de la ética-objetiva cuyo contenido o efecto no se considera relativo ni subjetivo, sino efectivo y aplicable para todo hombre racional bajo un contexto determinado, siempre y cuando el agente capaz de comportamiento pueda actuar de manera racional, entendido como aquello en lo que todos los seres humanos puedan estar de acuerdo cuando decidan buscar un comportamiento moral específico que se juzgo "de bien" o "correcto", que mantenga o cause aceptable calidad de vida o evite alguna consecuencia inconveniente, y que surja a causa de la repetición de ciertos comportamientos probables para la humanidad). Immanuel Kant ―a través de su imperativo categórico― hizo el intento de dar bases a una moral objetiva nacida de la razón y más allá de la religión. Una de las principales objeciones que se oponen a sus razonamientos, es el uso obligatorio de la verdad y del deber con exclusión del sentir
    La crítica que hace Friedrich Nietzsche a la moral y la ética subraya que los códigos morales y las éticas que estudian o fundamentan estos códigos morales se presentan como desveladoras de profundas verdades sobre el ser humano.
    Es famoso su análisis de la moral cristiana en el que manifiesta cómo los valores cristianos, por ejemplo, la humildad, o la compasión, se basan realmente en la hipocresía y en el resentimiento(según su teoría). Los valores morales son estratagemas de dominio de unos hombres para otros. Pero ninguna moral y ninguna ética reconocen esto pues es esencial para ellas el ocultarlo. Para descubrir esas ocultaciones propone Nietzsche un método que él llama "genealógico". Emprende una "genealogía de la moral". Se trata de hacer análisis psicológicos y de uso del lenguaje a partir de textos éticos y morales y de observaciones de conductas morales. Para Nietzsche en su obra La genealogía de la moral nos dice que: las morales y las éticas que hacen pasar por "verdaderos" y "universales" unos valores son "morales de esclavos". Su propuesta entraña la total libertad creativa de cada hombre en el más estricto sentido, en un sentido parecido al que se aplica cuando se habla en el arte contemporáneo de la libertad de un artista. La "moral de señores" rechaza elaborar un elenco de valores exigibles a los demás. Cada hombre ha de realizar sus deseos y dejar que también se expresen los deseos de los demás, sin códigos verdaderos previos.